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Hacerse responsable del malestar propio


En la actualidad es muy frecuente que haya personas que acudan a la consulta por las llamadas “crisis de ansiedad”. Se trata de un intenso malestar psíquico, sin una razón evidente, sumado muchas veces a malestar físico, como opresión en el pecho, dificultades para dormir y rumiación.

En un principio quien acude no sabe el porqué de lo que le ocurre. Sólo busca controlar estos episodios y como no puede, se angustia.

Me he encontrado varias veces que estos pacientes ya han acudido a otros psicólogos anteriormente. Me cuentan que se trata de profesionales que se definen como especialistas en cuestiones de ansiedad y que utilizan técnicas cognitivo-conductuales.

Entre las recomendaciones que estos pacientes recibieron para sentirse mejor se repite la indicación de que realicen alguna actividad física (por ejemplo, ir a un gimnasio), ejercicios de control de la respiración y ejercicios de relajación.

Por supuesto, todas acciones saludables, pero que no resuelven el malestar.

Estos tratamientos que se definen como psicológicos repiten un modelo médico. El psicólogo sabe lo que ocurre al paciente y le dice lo que ha de hacer, estableciendo tratamiento estándares (similares para todos los casos) Ciertamente encontrar a alguien que nos escuche puede ser de entrada terapéutico.

En los casos que mencioné, evidentemente, no se ha podido resolver estas “crisis de ansiedad” y el malestar persiste.

Estos tratamientos se quedan en lo consciente, en la voluntad. Nos insisten con el mantra de las emociones, de los afectos. Pero mientras no se aborden las causas, ni se profundice en lo que le pasa a la persona no habrá mejora.

Por supuesto, que esto muchas veces requiere de un tiempo de trabajo, de la implicación subjetiva. No hay soluciones mágicas.

Lamentablemente en nuestro país se trata del enfoque más utilizado. Los psicólogos se forman en universidades en las cuales es el discurso hegemónico. A eso sumemos el peso de los diagnósticos (cada vez más cuestionados) basados en el DSM 5 y finalmente el uso desmedido de psicofármacos. Todo rodeado del mensaje de que esta orientación responde al método científico.

Sin embargo, hay una serie de cuestiones que estos tratamientos no tienen en cuenta:

a)    Como hemos dicho antes, las causas y los desencadenantes. Pero aquí hay una cuestión fundamental, las causas son inconscientes.

Hay algún hecho (puede ser contingente), un evento, un cambio, que produce un desequilibrio, que rompe la homeostasis. Esto precipita la aparición del malestar (lo llamamos síntoma) algo de lo que ni el sujeto sabe, porque es inconsciente.

b)    Hay la idea de que siempre perseguimos nuestro propio bien. Sin embargo, esto no es así. Se trata de algo que en la cultura judeocristiana es muy difícil de aceptar. No siempre lo queremos. Freud hablaba del beneficio secundario del síntoma. Lacan hablaba de una satisfacción, un goce en relación con ese síntoma.

c)    Estamos afectados por el lenguaje. No somos como otros seres vivos (animales) Somos seres hablantes. El lenguaje nos moldea. De manera que nuestra sexualidad, nuestro funcionamiento no es instintivo como el caso de los animales. No tenemos un objeto fijo para todos. Somos consecuencia de los malentendidos y la falta de armonía sexual.

d)    A pesar de lo que nos insisten con un discurso pseudocientífico, no somos sólo un cerebro. Y por supuesto debemos aspirar a hacernos responsables de lo que nos pasa y poder aceptarlo.

e)    La repetición: unido a las otras cuestiones planteadas, cada ser hablante tiene una forma de funcionar y se pone en juego algo de la repetición. Lo verificamos muchas veces en aquello que nos hace mal, no podemos dejarlo de repetir. Hay un goce en juego. Eso explica por ejemplo las compulsiones.

Finalmente, hay algo de máxima importancia en los tratamientos guiados por el psicoanálisis. Los psicoanalistas nos formamos toda la vida, nos analizamos (muchísimos años de terapia) y supervisamos con otros profesionales más experimentados el material clínico. Asimismo participamos de instituciones (nacionales e internacionales) en las cuales confrontamos nuestros saberes con otros colegas y en las cuales aprendemos.

Esto supone revisar la posición del analista en relación al paciente y evitar caer en fenómenos tales como la sugestión.

Estas formas de control y de garantía, en el caso de los psicólogos cognitivo-conductuales, no son para nada común.

A diferencia del enfoque médico, en el psicoanálisis el peso del tratamiento recae en el trabajo realizado por el paciente, acompañado por el analista. Y para ello hay que consentir a pasar por esa experiencia para poder sentirnos mejor, dejar de sufrir, aceptar quienes somos y si es necesario implementar cambios.

 

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2 Comments

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Guest
Sep 02
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Muy claro y divulgativo!!

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Guest
Aug 16
Rated 5 out of 5 stars.

Muy claro! Vivimos en una sociedad que cada vez se hace menos cargo de su responsabilidad y esto facilita más aún, la difícil tarea de hacerse cargo individualmente de los beneficios secundarios de nuestros síntomas, de nuestro goce, de nuestras repeticiones. Seguir sufriendo o dejar de hacerlo dependerá de nosotros no hay magia que lo resuelva.

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