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Toda una vida

Actualizado: 12 oct 2021


El psicoanalista francés Jacques Lacan señaló que en los seres hablantes la proporción sexual no existe. En otras palabras, que los humanos, afectados por el lenguaje, es decir por hablar, y en consecuencia por estar envueltos por los malentendidos, no tenemos la misma armonía que tiene los animales que se rigen por el instinto.

Si bien de entrada esto se aplica a lo sexual, de manera que el mito de la media naranja es eso, un mito, y está en la raíz de innumerables síntomas, esta disarmonía tiene consecuencias en todo tipo de relaciones humanas y en el malestar que eso conlleva.

Tomemos el ejemplo de los adolescentes y su relación con los adultos: padres, madres y educadores.

En la mayoría de los casos, el adolescente, en su experiencia vital, se incomoda e incomoda a quienes lo rodean. Para los demás resulta como una piedra en un zapato.

Los adultos hablan, se reúnen, se enfadan, en definitiva, quieren que encaje. Esto nos recuerda esos juegos infantiles en el que hay pequeños objetos con formas geométricas que han de encajar en un objeto-continente para que puedan entrar. Con cierta práctica, y a través del ensayo y del error, el infante finalmente hace encajar las piezas.

El adolescente en cambio es el que no puede entrar porque no encaja. Y en el fondo, la expectativa de los adultos es que acabe encajando. Pero no funciona así justamente por la discordancia.

Encajar sería en cierta forma responder a lo que se espera de nosotros. Cumplir con lo que se nos encomienda, con los deberes, con ser buenos ciudadanos, con ser cariñosos, por compartir los pensamientos, etc.

El adolescente precisamente por el hecho estructural que señaló Lacan, y que mencioné al principio, no puede encajar. Tiene otro contorno. Para el adolescente encajar puede suponer muchas cosas, pero fundamentalmente no responder allí donde se lo espera, o lo que es lo mismo no responde a las demandas de los adultos.

Y eso es necesario para no quedar alienado en el otro. Es necesario una separación. Sin embargo, los adultos padecen esto.

Por eso la educación o las terapias de entrenamiento cognitiva, no son más que intentos de que el adolescente encaje y fallan.

A más demandas el adolescente puede responder o bien sometiéndose y por tanto alejándose de aquello que puede desear o bien rebelándose y así actuando una gran variedad de conductas que pueden generar mucho malestar. Como vemos son dos caras de la misma moneda (aunque una sea más agradable para los adultos).

Sin embargo, de lo que se trata es de que el o la joven, pueda encontrar su propia voz, su propia singularidad, que pueda hacerse preguntas y que trabaje para responderlas sabiendo que eso le llevará toda una vida



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